Los diálogos para reducir la jornada laboral en Ecuador, Venezuela, Chile, Colombia y ahora México han tenido algo en común: la polémica. Por un lado, se reconocen los beneficios que supondría trabajar menos horas a la semana, pero por el otro se anticipa un incremento de costos para las empresas y más de una decena de retos en su implementación.
Chile dedicó seis años a debatir las 40 horas laborales antes de aprobar el proyecto de ley en abril de 2023. Felipe Cuadra, chief experience officer de la chilena Rankmi, recuerda que en el proceso hubo resistencias en ciertos sectores, principalmente por la contratación de más mano de obra para cumplir con una operación 24/7.
Sin embargo, el cambio fue inevitable. “En Colombia pasó algo similar, si bien la reducción de la jornada se aprobó en 2021, también hubo una gran discusión pública al respecto y grandes posicionamientos políticos, pero al final el consenso de que en Latinoamérica trabajamos mucho y producimos poco es bastante transversal”, menciona.
México no es la excepción. Desde 1962, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) recomendó la reducción de la jornada laboral, advirtiendo que los mexicanos mantienen desequilibrios notables entre la vida personal y profesional.
La propuesta de pasar de una jornada de 48 a 40 horas hoy se encuentra en el centro del debate nacional.
Pero, ¿por qué la reducción de la jornada será una realidad en México también?, pregunta Cuadra. “Porque a todas luces las horas que se trabajan en México son superiores a las que se trabajan en el resto de los países en Latinoamérica. En legislación laboral, hay mucho todavía que avanzar en términos de protección y derechos del empleado, así que esta reducción es una muy buena noticia para el país”, dice.
¿Qué podemos aprender de países como Chile y Colombia?
Beatriz Robles, directora de Operaciones y Cuentas Clavede Manpower, comenta que primero hay que considerar las diferencias en las reducciones de jornada entre Chile, Colombia y México. Los chilenos pasaron de 45 a 40 horas semanales y Colombia de 48 a 42, mientras que México estima pasar de 48 a 40 horas, así es el país latino que propone la mayor disminución en su jornada laboral.
Una de las lecciones que dejan Chile y Colombia es la gradualidad, que ha sido una de las peticiones empresariales en México. Los chilenos, por ejemplo, van a reducir una hora por año hasta llegar a las 40 horas semanales. En Colombia, en cambio, la medida entró en vigor en julio de 2023 y quedará implementada en su totalidad en 2026.
Robles señala que las iniciativas de Chile, como el “Sello 40 horas”, que incentiva a las empresas a reducir jornadas laborales antes de los plazos legales, podrían ser un modelo para fomentar la adaptación temprana y proporcionar beneficios a las empresas, especialmente a las pequeñas y medianas empresas.
Con ella coincide Felipe Cuadra, quien asegura que en Chile hay empresas de servicio y telecomunicaciones que decidieron no esperar los años establecidos y pasaron a 40 horas semanales en 2022. “Eso les genera una tremenda ventaja competitiva en el mercado. De estas experiencias podemos aprender que sí es posible adelantarse, empezar a ensayar, aprender y ejecutar”, apunta.
En cuanto a la implementación por sectores, las experiencias de Chile y Colombia indican que existen reglas específicas. “Colombia excluye a trabajadores con horarios especiales, mientras que Chile considera regímenes para sectores con jornadas excepcionales, como minería o transporte, permitiendo compensaciones adicionales para los trabajadores en jornadas más extensas”, explica Robles.
Otro aprendizaje está en el ajuste de horarios de servicio. Fernando Sentíes, CEO de la firma de ética organizacional AMITAI, refiere que algunas tiendas recortaron su operación los domingos, a fin de no contratar más personal y operar con la misma cantidad de gente que tienen en su plantilla laboral.
El CEO también destaca el papel de la tecnología y la inteligencia artificial en la optimización del tiempo laboral. En muchas empresas latinas, se utilizan estas herramientas para reconfigurar los horarios de servicio y ofrecer flexibilidad sin descuidar las demandas de atención al cliente.
Al respecto, Alejandra Massud, socia de GLZ Abogados y especialista en derecho laboral, puntualiza considerar las particularidades de cada industria al abordar la reducción de la jornada laboral. Reconoce que en aquellas industrias donde el uso de tecnologías puede optimizar procesos, los empleadores tienen la posibilidad de aprovechar estas herramientas para acortar tiempos laborales.
No obstante, añade que uno de los mayores desafíos radica en la necesidad de capacitación e innovación por parte de los empleadores. La optimización de los tiempos efectivos de trabajo requiere una actualización constante en cuanto a conocimientos y prácticas laborales.
La abogada también subraya que existen industrias donde la tecnología tiene limitaciones en su aplicación. En estos casos, la especialista laboral Blanya Correal, asegura que la reducción de la jornada implica una reconfiguración profunda de los procesos empresariales. En el sector de manufactura y distribución, por ejemplo, la reducción de la jornada conlleva la necesidad de reajustar los turnos de trabajo diurnos, mixtos y nocturnos. “Es probable que esta reducción no se traduzca necesariamente en un aumento de la plantilla, sino en una mayor generación de horas extras para cubrir la demanda”.
En el ámbito del comercio, servicios financieros y otros que requieren atención al cliente, la situación se vuelve más compleja. La necesidad de asegurar una atención continua, especialmente en horarios no laborales que suelen ser más costosos, implica la implementación de jornadas parciales para completar las plantillas que se ven reducidas debido a la nueva jornada. Este ajuste representa un reto logístico y operativo para garantizar un servicio ininterrumpido.
Otra lección está en la comunicación interna. Cuando se aprobó la ley en Colombia, el equipo local de Rankmi ya estaba listo para trabajar 40 horas a la semana, pero el empleador no. Con base en esa experiencia, el chileno recomienda trazar una hoja de ruta previa a la aprobación e informar a los empleados los pasos que dará la compañía.
“Hay que ser previsor. Tenemos que adaptarnos, aunque no lo entendamos, aunque no lo compartamos. Las nuevas generaciones valoran mucho más que las generaciones anteriores su tiempo libre; ese cambio cultural ya ocurrió. Si quieres mantenerte atractivo para esta nueva generación tienes que adelantarte a lo que ellos valoran. Si no lo haces vas a poder seguir funcionando, esto no es el fin del mundo, pero ciertamente vas a ser un empleador menos atractivo para las personas que cambian el destino de una empresa con su talento”, advierte el chileno.
El círculo virtuoso
En el proceso de reducción de la jornada laboral, es común percibir inicialmente un aumento en los costos para las empresas. Sin embargo, la experiencia comparada sugiere que estas reducciones suelen ir de la mano con aumentos proporcionales de la productividad. Felipe de Rankmi destaca que este fenómeno tiene raíces en dos aspectos fundamentales: en primer lugar, obliga a empresas que estaban en una cierta inercia a innovar y encontrar formas más efectivas de trabajar. En segundo lugar, un trabajador con mayor disponibilidad para descansar tiende a ser más productivo, enfermándose menos y rindiendo mejor en su labor.
A pesar de los costos iniciales, la experiencia comparada sugiere que los beneficios superan las objeciones. ¿Puede esto llevar a un aumento en los precios para los consumidores? Es una posibilidad, pero generalmente marginal. La atención se centra en factores más determinantes como la inflación y el costo de los combustibles, que tienen un impacto más significativo en los precios.
El impulso detrás de la reducción de la jornada laboral en Latinoamérica se fundamenta en la evidencia de altos índices de enfermedades laborales asociadas al agotamiento. México, en particular, se encuentra en una posición donde la economía crece, pero los trabajadores tienen una carga laboral significativa y limitados tiempos de descanso, especialmente en las ciudades grandes, donde además los tiempos de traslado son vastos.
Acorde con los expertos consultados, el incentivo principal para la reducción de la jornada está en el cuidado y rendimiento del talento y en el incremento de la productividad. Alemania, por ejemplo, trabaja 30 horas a la semana, siendo el país de la OCDE que menos horas trabaja, y es conocido por su alta productividad. Este desafío de mejorar la productividad en Latinoamérica se aborda mediante educación, innovación y, no menos importante, cambios en la legislación laboral.