Columna: Top Ten

Javier Milei ganó la elección presidencial argentina por un amplio margen. Este triunfo está teniendo gran repercusión, porque se produjo en un país importante, por la vía electoral y en base a una propuesta liberal. En contraste, durante décadas y, en general, los gobiernos en América Latina han privilegiado una decidida intervención discrecional del Estado en la economía, con resultados mediocres.

Milei también le atribuyó a esa concepción proteccionista e intervencionista los males de la economía argentina y sostuvo con fuerza que un programa económico basado en la libertad podría revertir la situación. No es de extrañar que, para Milei, el sentido de las reformas económicas liberalizadoras realizadas en Chile a partir de 1973 son un ejemplo a seguir.

La historia económica argentina es trágica. A fines del siglo XIX, Argentina estaba entre los 10 países de ingreso por persona más elevados del planeta. Se hablaba del “granero del mundo” y de Buenos Aires como el “París de América Latina”. En 1913, Argentina todavía “Top Ten”, tenía un PIB per capita, calculado en base del poder de compra de paridad, de US$ 6 mil, mientras EE.UU. tenía uno de US$ 10,1 mil, Australia, de US$ 8,2 mil, Chile, de US$ 4,8 mil, y China, de mil dólares (BBC News Mundo, en base a datos del Proyecto Maddison). Ciento diez años después, los PIB por persona -estando Argentina ahora en el lugar 66 del mundo- se multiplicaron por 4,4 en Argentina, por 8 en EE.UU., por 7,9 en Australia, por 6,3 en Chile, y por 23 en China (datos del FMI).

Una política comercial proteccionista, un régimen fiscal en extremo laxo, y una política monetaria expansionista, explican buena parte del problema argentino. El inicio de estas políticas erradas se atribuye al peronismo y sus programas sociales, a los efectos de inestabilidad institucional, y a una serie de shocks externos. Milei pretende revertir la situación y volver a ser Top Ten mediante un programa a 35 años plazo, basado en la disciplina fiscal, un gobierno limitado, el respeto a la propiedad privada, y la libertad de comercio.

Pues bien, después de la Gran Depresión y hasta 1973, Chile aplicó un conjunto de políticas económicas parecidas a las que se instauraron en Argentina y con resultados casi idénticos de malos. Sin embargo, en los siguientes tres lustros se implementó la actual economía social de mercado y se produjo el así llamado milagro económico chileno.

Una serie de eventos, entre ellos la reforma tributaria de 2014, el nuevo sistema electoral de 2015 y el estallido social de 2019, señalizaron un posible cambio de régimen económico y están afectando el crecimiento. En ese sentido, un voto a favor de la nueva Constitución propuesta podría reducir la incertidumbre existente y revertir el cuasi estancamiento en que nos encontramos.

Por Rolf Lüders, economista